Raul E. Zaffaroni, ministro da Suprema Corte argentina e um dos juristas mais respeitados no planeta, deu uma entrevista para a Playboy. Aí, eu paro, penso e reflito: como é poderoso esse Raulzito!
"Voy  a tener que comprar Playboy", me dijo el otro día un funcionario  judicial, semi-colega. No era por Valeria Archimó, que yo suponía que  era Archimaut.
Tiene mucho de anécdota, ya, a esta altura, pero  no deja de ser un pequeño hito -en cualquier país- que un juez de la  Corte le de una entrevista a la revista del conejo. Así que gastamos 12  con 20 (30 centavos es el "envío al interior") para ver que decía  Zaffaroni ahí, y la publicamos aquí, en un digno servicio a la  comunidad, para que los pudorosos no tengan que pasar verguenza en el  quiosco, para que no tengan que mandársela a comprar a un pobre cadete,  para que no se sientan culpables los seguidores de 
,  para que no les quede registrado en el historial que entraron a  playboy.com.ar intentando leer el reportaje (en la web, dicho sea de  paso, no aparecen los contenidos de la revista).
  
El   francotirador  lo  llaman;  el  francotirador  de  la  corte. Seguramente,  fue casi siempre el último de la lista. Su apellido con Z no lo acomodó  al principio de nada. Pero él parece arreglárselas para que lo  escuchen. Tal vez lo de francotirador haya sido una estrategia para que  le presten atención -por respeto o antipatía- y contrarrestar el efecto  de la Z en el orden de aparición. No es un juez que hable (sólo) por sus  sentencias. Y cuando habla, habla. Sin la inercia y los resguardos de  los que suelen medir su voz por el minuto a minuto de los sondeos de  opinión. Por eso, ahora, le dirán francotirador.
 
Eugenio  Raúl Zaffaroni se llama exactamente igual que su padre. Y su apellido  ya es sinónimo de un punto de vista que no baja por el tobogán de las  conveniencias, de lo que la gente quiere escuchar en los Chasman  mediáticos que repiten lo que dicen los Chirolitas mientras rematan con  "qué barbaridad" en el supermercado chino de la cuadra ni (menos) del  ABC de los medios. Sus ideas son -casi como su apellido lo indica- la  contracara Z del discurso público. Mientras los vecinos, las calles, las  señoras, los oficinistas, los diarios, las teles parecen clamar por una  palabra que traduce el miedo: seguridad, él dice que en la ciudad de  Buenos Aires no hay tantos homicidios postrobos, que los medios inflan y  que son mucho mis peligrosos los accidentes de tránsito que los  ladrones. Tanto, que el, también tiene miedo en la calle. Pero de los  autos.
 
Sin  embargo, cuando ya tiene bien ganado su trono de paladín del discurso  antipánico y está acostumbrado a ser acusado de garantista como sinónimo  de estar del lado de los malos (de los que no quieren hacer nada para  que "nos sigan robando"), él sale con un proyecto para bajar la edad de  la imputabilidad a los 14 años, como pedían los anti- zaffaronistas (ver recuadro).
¿De  qué lado está? Zaffaroni no parece querer entrar en un ajedrez donde  sólo existen cuadraditos negros y blancos. Es un pensador polémico,  agudo y provocador que no se deja espantar por el humor social, aunque  si reconoce la influencia mediática (en esta nota, admite que no liberó  a adolescentes que estaban detenidos ilegalmente porque podían ser  acribillados por el empuje de las masas contra los pibes o chorros, o  chorreados de prejuicios) y que siempre dispara algo nuevo.
 
Si  se supone que una de las virtudes kirchneristas es la renovación de la  Corte Suprema, él la usa, pero no para dibujar sentencias en servilletas  rosadas. En medio del debate por las candidaturas testimoniales (por  ejemplo, que el gobernador bonaerense Daniel Scioli se presente a  diputado para sumar votos oficialistas, pero sin asumir después el  puesto legislativo para el que podría ser votado), él propone  directamente quitar el presidencialismo que genera reyes o reinas (ya  dijimos que el juego del ajedrez no es el tablero que le gusta para  pensar la política), sino un parlamentarismo criollo. Y pluralista, como  la Corte Suprema donde debaten ("somos siete personajes", define) y se  cruzan (la última fue Zaffaroni versus Carlos Fayt) y de vez en cuando  comen asados. Nunca hechos por él, que se declara un asador inimputable.
 
Sin  embargo, es uno de los pocos que se atreve a opinar en medio del  caldero del debate por la inseguridad, incluso, cuando la muerte es una  realidad, un dolor, una llama incontrastable. No hay nada que decir  frente al desgarro de un hijo por la muerte del padre (como el drama de  Facundo por la muerte de su papá, el camionero Daniel Capristo en  Valentín Alsina a mediados del mes pasado) o el vacío de Juan Carlos  Blumberg por el secuestro seguido de muerte de su hijo Axel. Pero  Zaffaroni no se calla ante el duelo colectivo, cuando el duelo quiere -o  logra- convertirse en ley o leyes. Zaffaroni, Eugenio Raúl, el segundo  Eugenio Raúl, y el último nombre de la lista, sigue diciendo que la mano  dura, los gritos descarnados, las leyes estrictas no conseguir bajar  las heridas y la muerte. Para muchos, es el símbolo del país que ignora  el terror de saberse acorralado por un arma, la imagen satirizada del  que defiende a los chorros y encierra a la gente tras las rejas  y, para otros, es el único que se atreve a pensar una seguridad a largo  plazo en un país que palpita al ritmo de velorios selectivos con móvil  en la puerta.
Página doble inicial de la nota

 
Él  se sienta cómodo en su silla de la Corte Suprema de Justicia de la  Nación (cómodo, pero casi encorvado, en voz baja) con una actitud que  desmiente la idea de un francotirador empoderado. Se acomoda en su traje  gris, rescata una foto con una mujer mapuche que refleja el de su  escritorio y, como si su altura imponente y sus ideas altisonantes  necesitaran un contrapeso, fuma cigarrillos finitos que llevan la firma  Vogue. Ante la primera pregunta de PLAYBOY, evade su edad –vaya a saber  por qué, si coquetería o miedo a la vida esfumándose por derecho propio-  y en sus tiempos no laborales se refugia en la casona de Caballito que  contiene sus tres altares; su propia selva, su biblioteca y su perro  Chow Chow. Su otra pasión es el agua. Los zambullidos lo salvan de sus  propios tiros: las polémicas.
 
PLAYBOY: ¿Cuándo fue la primera vez que entró en una cárcel?
ZAFFARONI: La primera vez que entré en una cárcel hacia poco había me recibido, pasaron tantos años (se ríe con una risa que arrastra un lamento enceguecido por las labios estirados de cierta nostalgia), fue en la vieja  cárcel de mujeres. Me preocupaba el caso de una muchacha del interior  del país acusada de infanticidio. En ese momento, había hornos  incineradores en las casas y a ella la acusaban de haber puesto el feto  en el horno. Creo que era una irresponsabilidad mía, a los 23 años, defender un  caso en el que se jugaba una condena perpetua. Pero salió absuelta por  falta de pruebas. Un caso dramático. Siempre los infanticidios son casos  dramáticos, limites.
PLAYBOY: Su primer caso fue similar al de Romina Tejerina. En estos días, ella denunció que la golpearon en la cárcel, ¿La Justicia actuó bien con ella?
ZAFFARONI: Eso no lo puedo decir.
PLAYBOY: ¿Está de acuerdo con la despenalización del aborto?
ZAFFARONI:  No se trata de despenalizar el aborto. En ningún país del mundo el  aborto está despenalizado totalmente. Ninguna mujer puede hacer lo que  quiera desde el momento de la concepción hasta un día antes del parto.  El problema criminal que hay con el aborto es que es un delito impune.  La eficacia que tiene la prohibición es nula. En casi cuarenta años que  ando en esto, por mis manos deben haber pasado diez abortos. Es un  delito impune y masivo. Cuando nos encontramos con un hecho que tiene  una incidencia tan alta y la eficacia criminal es tan baja,  necesariamente, hay que ir a una política de disminución de daño. No  queda alternativa. El planteo de que está en juego la vida hay que verlo  desde otro punto de vista. Quedarse con la conciencia tranquila porque  la prohibición del aborto está en el código, es una hipocresía. SÍ el  código tuviera alguna eficacia, fenómeno, pero no tiene ninguna. Lo  único que hace el código es estratificar la seguridad de las gestantes  que abor tan; las clases medias abortan con alta seguridad, y la clase  baja y pobre con muy baja seguridad.
PLAYBOY: La mortalidad materna a causa del aborto en la Argentina es más alta que en Uruguay y Chile, que son países con realidades similares a la nuestra.
ZAFFARONI:  Ese es el efecto que tiene. No se trata de despenalizar el aborto,  porque eso no está en ningún lado. Se trata de reducir los daños. 
PLAYBOY: ¿La Corte piensa regular los casos de abortos permitidos por el Código Penal para que los médicos no pidan autorización judicial ante cada mujer que llega a un hospital?
ZAFFARONI:  Nuestro código penal, de 1921, es bastante progresista, porque autoriza  el aborto terapéutico para la salud (no para la vida) de la madre, y el  concepto de salud es físico y psíquico. La ley no está del todo mal. El  problema es que judicialicen los casos para la aplicación de los  abortos. Tendrían que entrar a la Corte casos concretos que no han  llegado porque una cuestión orgánica impide que el proceso judicial  funcione a tiempo. Pero, básicamente, es un tema legislativo. Veremos  cómo se resuelve. Es una cuestión que algún día habrá que encararla  seriamente.
PLAYBOY: Salto a otro tema: ¿Está de acuerdo con legalizar el matrimonio homosexual?
ZAFFARONI: En la Corte tenemos casos para fallar. No puedo hablar de eso.
PLAYBOY: Otro más. ¿Estamos cerca de la despenalización del consumo de drogas?
ZAFFARONI:  No se trata de despenalizar, sino de no penar al consumidor. Hay todo  un dispendio enorme de esfuerzo policial y judicial que llena los  juzgados federales de papeles inútiles en causas que prescriben y que  molestan a la gente. Eso hace que se desperdicie esfuerzo para combatir  el tráfico. Se trata de no perder el tiempo y, fundamentalmente, de  declarar la emergencia tóxica que tenemos con el paco. No hay que perder  el tiempo criminalizando al usuario que es una aberración  constitucional y orientar los esfuerzos al combate del tráfico y del  paco.
PLAYBOY: Usted dijo que la policía bonaerense está descontrolada. ¿Se puede frenar el paco con esta policía?
ZAFFARONI:  El paco, si. Yo tengo gran confianza en que vamos a cortar el tráfico  o, por lo menos, reducirlo al mínimo. No nos estarnos enfrentando con un  cartel, sino con una producción casi artesanal. No es una caja de  dinero tan grande. Provee ganancias, pero no es la cocaína y ni siquiera  la marihuana. Tampoco hay una organización fuerte detrás de esto. La  justicia federal está llevando a cabo una campaña bastante importante.
PLAYBOY: ¿Si se produce menos paco no se corre el riesgo de provocar el aumento del precio y que se vuelva un consumo de lujo, pero sin erradicarlo?
ZAFFARONI:  No, porque las clases sociales que lo consumen no tienen capacidad de  pago. Por todo esto, confiamos en tener éxito. El paco es un tóxico que  afecta a adolescentes, más que nada, y que destruye muy rápidamente. El  adolescente es un marginado dentro de la propia villa, del propio  barrio, es agredido por los otros pibes. Es un marginado dentro de la  marginación. Y, a diferencia de los otros tóxicos, esta porquería (por  las basuras que contiene, que son distintas, no hay una única formula)  produce una lesión neuronal alrededor de los lóbulos frontales que se  refieren a la voluntad, lesión pulmonar, propensión a la tuberculosis y  mucha pérdida de peso. De modo que tenemos un pibe con dependencia y que  se destruye en rnuy poco tiempo. Los otros tóxicos destruyen a lo largo  de los años y el paco, muy rápidamente. Es el tóxico de la miseria. 
PLAYBOY: La percepción social es que hay más delitos, pero además que ya no existen códigos. Que antes podían robar una billetera o entrar cuando no había nadie en una casa, pero que no iban a violar, secuestrar, lastimar a jubiladas o acribillar por nada. 
ZAFFARONI: Ese ladrón ideal lo vengo oyendo desde hace veinte años
PLAYBOY: ¿Conoció a alguno de esos ladrones con "códigos" actualmente tanto se reclaman?
ZAFFARONI; Sí, a alguno conocí, pero ya eran viejos hace veinte años (se ríe, con picardía y desconfianza) y  yo no viví la época de ellos como para decir si eran tan así... Por  otra parte, que la criminalidad crece en la ciudad. se dice siempre. Yo  la invitaría a ver el archivo del diario La Nación de 1890  y desde esa época que siempre se dice lo mismo. Si eso fuese cierto, no  existiríamos más a esta altura, nos hubieran matado a todos. 
PLAYBOY:  ¿Usted cree que el aumento de la inseguridad es una sensación inflada  por los medios o que la violencia urbana realmente es preocupante, más  allá de cuáles sean las medidas más acertadas para combatirla?
ZAFFARONI:  Una cosa es la frecuencia real de delitos en la sociedad, otra osa es  la proyección pública de esa frecuencia y otra distinta es la  manipulación partidista. Son tres cosas diferentes. La frecuencia  delictiva no la conocemos. No hemos estudiado con sentido preventivo el  fenómeno. Cualquier cosa que digamos es olfato. No hay una tradición de  investigación seria de la frecuencia delictiva, de los perfiles de  victima, riesgo y circunstancias propicias a la victimización.  Desgraciadamente, todo lo que se diga es por aproximación o por  sensación. La proyección pública se puede distorsionar cuando se quiere o  cuando se necesita rating o no hay nada para decir. Después, tenemos el  oportunismo de la lucha política en la que se tira con todo.
PLAYBOY: ¿Qué se puede hacer realmente contra el delito? 
ZAFFARONI:  Lo primero que hay que hacer es monitorear la situación para recolectar  datos que nos sirvan para prevenir y, naturalmente, mejorar el  servicio de seguridad y las policías. Algo está fallando. Nosotros  tenemos estructuras policiales que vienen de muchas décadas atrás y no  se adaptan a las situaciones actuales.
PLAYBOY:  Hubo muchas promesas e intentos de limpiar de corrupción a la policía,  pero es difícil que se termine el delito si muchos policías dejan  zonas liberadas a la delincuencia. 
ZAFFARONI:  No soy especialista en administración policial, pero algo está pasando.  No hay modelo policial. Un modelo en serio es lo único que da  resultado, pero los resultados no se ven en tiempos políticos, no se ven  de un día para el otro.
PLAYBOY: ¿Qué opina del clamor por la pena de muerte y la idea de que el que mata tiene que morir? 
ZAFFARONI: Son eslogans.
PLAYBOY: ¿La mano dura no es menos progresista pero más efectiva que el respeto por las garantías?
ZAFFARONI:  No. Tenemos, todas las reformas de Blumberg que han convertido a  nuestro buen Código Penal en un pozo de disparates con penas de hasta  cincuenta años. ¿Qué resultados han dado? La gente ya se ha dado cuenta  de que a los asesinos no se los corre con papelitos. 
PLAYBOY: Mucha gente pide pena de muerte para los asesinos... 
ZAFFARONI:  La pena de muerte subsiste en un sólo país dentro de nuestra tradición  cultural, que son los Estados Unidos. Los otros países no son rnuy  presentables en sociedad. (George) Bush padre terminó una campaña  electoral con la chapa de un policía muerto y, entonces, empezaron todas  las cosas de "tolerancia cero" y esas bravuconadas y la inmoralidad de  hacer campaña electoral con todas las fotos de los delincuentes  ejecutados. Todo eso tiene su raíz en que los fiscales estaduales son  electos. Por eso, cuanta más pena de muerte tienen, mejor, porque de ese  puesto pueden saltar a candidato a gobernador. Por eso la demagogia y  la explotación partidista. Pero el sistema penal de los Estados Unidos  es lo peor de los Estados Unidos.
PLAYBOY:  Muchas veces se habló de su posible pase a la política. ¿Le  interesaría o tiene miedo de perder votos por ser visto como un  garantísta?
ZAFFARONI:  No tengo ningún interés. Salvo que se haga una constitucional en serio  para cambiar el sistema de gobierno y pasar a uno parlamentario. En ese  momento, me comprometería.
PLAYBOY: Una de las actuaciones que se le elogian al kirchnerísmo fue renovar la Corte Suprema, pero le salió cara la independencia: usted habló en contra de las candidaturas testimoniales que quiere imponer el oficialismo.
ZAFFARONI: No, en contra no. Dije que lo que está viviendo la política argentina son movimientos bastante usuales en un sistema parlamentario, sólo que los estarnos haciendo en un sistema presidencialista, lo cual me confirma que las características que va asumiendo nuestraq política son propias de una política parlamentarista.
PLAYBOY: La mayoría de la gente espera votar a un candidato para que lo represente y no elegir a alguien para que gane y después no ejerza sus funciones y, a la vez, no saber quién lo va a representar realmente.
ZAFFARONI:  Si, pero en el parlamentarismo es normal que un funcionario se tenga  que presentar de candidato, porque, sino, no puede ser funcionario. Si  un ministro no es diputado, no puede ser ministro. También es normal que  la gente cambie de partido y que se formen alianzas, a veces,  inverosímiles. Son comportamientos de tipo parlamentaristas, sólo que lo  estamos haciendo en un sistema presidencialista.
PLAYBOY: ¿No tenemos lo peor de los dos sistemas?
ZAFFARONI:  No, tenemos un sistema presidencialista que pone en peligro la  estabilidad constitucional, debido a que está en contramano del sistema  electoral del presidencialismo. Un presidencialismo funciona con dos  partidos. Ojalá tuviéramos dos alternativas, pero eso no se crea por ley. No los tenemos  y corremos el riesgo de quedarnos sin partidos. En algún momento,  tenemos que pasar a un sistema que obligue a que existan una alianza mayoritaria de gobierno y una alianza que represente una alternativa viable.
PLAYBOY: Usted comparó al presidencialismo argentino con una monarquía democrática. ¿No es mucho tildar a los presidentes de tener corona?
ZAFFARONI: El origen del presidencialismo, en los Estados Unidos, fue el de reemplazar la corona británica por una monarquía limitada, por el tiempo del mandato y la elección.
PLAYBOY: ¿Tenemos reyes y reinas en el poder?
ZAFFARONI:  Pensar que se deposita el poder en una persona no es muy racional. Hay  una diferencia entre depositar el poder en una persona y depositarlo en  una asamblea.
PLAYBOY: ¿La Argentina no es un país adicto a líderes fuertes?
ZAFFARONI:  No es cierto que estemos acostumbrados al caudillismo. Nadie puede  negar que hay personas que tienen una particular empatía con la gente,  pero esas personas van a brillar políticamente en un sistema  parlamentarista.
PLAYBOY: Con lo cambiante que es la política argentina, ¿no sería caótica la gobernabilidad?
ZAFFARONI:  No es cierto que el presidencialismo es más fuerte porque sí se queda  en minoría tiene que negociar permanentemente para obtener la sanción de  leyes. No veo ninguna razón para decir que son más fuertes los  presidencialismos latinoamericanos que el gobierno de Angela Merkel en  Alemania.
PLAYBOY: ¿Estamos para empezar de cero con un sistema nuevo con la lista de problemas que tenemos?
ZAFFARONI: Si Saavedra y Moreno hubieran pensado que no teníamos experiencia, el 25 de mayo de 1810 estábamos lisios (se ríe)... y aparte  no es cierto. Tenemos experiencia parlamentaria, sólo que mal hecha.  Hemos tenido un presidente parlamentario que fue (Eduardo) Duhalde. Si  en la emergencia vamos a buscar la solución parlamentaria. ¿Por qué no  en la normalidad?
PLAYBOY: No se le escucha con argumentos que le hayan pasado en una servilleta oficial. ¿Es una victoria que la Corte sea independiente? 
ZAFFARONI:  Realmente me siento cómodo en esta corte porque es una Corte plural.  Somos siete personajes, no fáciles ninguno de los siete [se rie), distintos, muy diferentes en nuestras biografías, nuestras ideas, experiencias de vida, formación, especialidades y nos  respetamos entre nosotros. La independencia es eso. Los jueces no son  super-hombres más allá de las ideas, los jueces tenemos ideas y  concepciones del mundo. Lo único que garantiza la independencia judicial  es el pluralismo y esta es una corte plural, eso es lo importante.
PLAYBOY:  En algunos casos, las diferencias en la Corte son públicas. Un colega  en el máximo tribunal, Carlos Fayt, lo refutó y dijo: "Existe una  sensación de inseguridad total que no se puede manipular de ninguna  forma, sino combatiéndola".
ZAFFARONI:  La sensación de la inseguridad es real, eso no lo dudo yo tampoco. El  punto es cómo se construye esa realidad a partir de los medios. No estoy  inventando la pólvora. 
PLAYBOY: ¿Nunca le robaron? ¿No tiene miedo? 
ZAFFARONI: Tomo las precauciones del caso y sí me han robado, una vez en Nueva York y otra vez en Italia. 
PLAYBOY: Siempre en el primer mundo...
ZAFFARONI: Si (risas). Cuando  uno está más vulnerable, por supuesto. Porque hay que dejar las cosas  en el hotel o hay que atravesar un parque y uno no sabe dónde está  caminando.
PLAYBOY: Cuando le sacan sus cosas, ¿le da bronca como a cualquier vecino o piensa en las garantías procesales?
ZAFFARONI: Naturalmente, si lo agarro al tipo en ese momento, lo mato. A las 24 horas, es distinto. 
PLAYBOY: ¿Le dan ganas de vengarse?
ZAFFARONI: El  instinto vindicativo es casi una reacción natural. Sólo gente que puede  ser budista puede tener calma en ese momento. Pero yo no la tengo (se ríe de si mismo) y la mayoría de la gente tampoco. La reacción vindicativa es elemental.
PLAYBOY: Entonces, ¿entiende la bronca que genera en la ciudadanía inseguridad?
ZAFFARONI:  Sí, pero hay que tener en cuenta que el índice de homicidios en la  ciudad de Buenos Aires es comparativamente muy bajo, cercano al primer  mundo europeo.
PLAYBOY:  Una nena de 9 años a la que asaltaron le preguntó a su mamá; "¿Cómo  puede haber gente tan mala capaz de apuntarle a los chicos?". ¿Qué le  responde usted?
ZAFFARONI:  No niego que exista delito. Tampoco ando por la calle llevando la  cartera ostentosamente para que me den un manotazo. Eso pasa en casi  todas las ciudades. No se puede soñar con que vamos a erradicar el  delito. Eso no significa que se puedan tomar medidas de prevención. Lo  primero que hay que hacer es estudiar el delito con frecuencia y  modalidades, y actuar muy especializadamente. 
PLAYBOY:  La mayoría de los asesinatos a mujeres son cometidos por sus parejas o  ex parejas. ¿Por qué en la opinión pública no se percibe a la violencia  doméstica como parte de la inseguridad? 
ZAFFARONI:  La mayoría de los homicidios son intrafamiliares o entre conocidos.  Viene bastante atrás el homicidio en ocasión de robo, que es el que más  se publicita. En los diarios, sale en pequeñito que un hombre mató a la  amante o al amante de la esposa, pero sale en grande el homicidio en  ocasión de robo y, si uno los va sumando, se da cuenta de que esos  homicidios que salen pequeñitos son más que los homicidios más publicitados.  No es lo que da la sensación de inseguridad, pero tiene mayor  incidencia de muerte. Pero el mayor problema que tenemos es el tráfico y  el suicidio.
PLAYBOY: ¿Usted cree que hoy el tránsito es más peligroso que la delincuencia?
ZAFFARONI:  No creo, estoy absolutamente convencido. Tengo miedo de cruzar la calle  o manejar un auto. Tengo pánico de viajar en carretera y sólo viajo  cuando no tengo más remedio. 
PLAYBOY: ¿Maneja?
ZAFFARONI: Sí, manejo. Me siento más seguro cuando manejo yo, pero no porque maneje mejor, sino porque soy un inconsciente (se ríe). Cuando subo a un avión, me duermo tranquilo. En cambio, cuando subo a un auto, me voy agarrando de todos lados.
PLAYBOY: ¿La irresponsabilidad en las rutas es un problema argentino? 
ZAFFARONI:  Es un problema de todo el mundo, pero en la Argentina es peor. Hemos  destruido el ferrocarril, tenemos todo el transporte de carga por  carretera, hay muy pocas autopistas, pero circulan vehículos que van a  200 kilómetros por hora. Nos vamos a matar todos. Realmente, el número  de muertes por tránsito es muy alto. Es la primera causa de muerte en  los jóvenes, más que el cáncer y sin contar las secuelas que trae en las  personas que no fallecen por los accidentes de tránsito pero quedan  heridas. Los accidentes de tránsito son mucho más peligrosos que la  inseguridad.
[recuadro aparte]
 
 
PLAYBOY:  Usted propuso bajar la edad de la imputabilidad a los 14 años.  Sorprendió porque era una idea asociada a una línea de pensamiento más  cercana a Juan Carlos Blumberg.
ZAFFARONI: Hay  una confusión total con eso. La ideología tutelar es autoritaria y  represiva. A lo largo de la historia, a toda la gente que la tutelaron  (los indios. las mujeres) les fue mal y llevó a una inquisición: yo agarro a alguien  y no tengo por qué hacerle un juicio ni probar nada, total, lo que le  haga va a ser para bien tuyo. Y es lo que pasa entre los 14 y 15 años,  con una absoluta falta de garantías. El pibe de 14 ó 15 años es un  ciudadano como nosotros y tiene derecho a que si se le imputa una  infracción tenga un fiscal, un defensor y un Iribunal. Sobre todo que la  cantidad de chicos de 14 ó 15 años que son responsables de delitos  violentos es muy baja, casi despreciable. El discurso tutelar,  falsamente muy protector y muy humanista, dice: "Vamos a tratar al pibe  infractor como si fuera un desprotegido" y el resultado de ese discurso  es que se termina tratando al desprotegido como infractor, lo cual  significa penalización de la pobreza. En los Estados Unidos, hubo un  caso de un pibe que le decía cosas soeces a la vecina y lo internaron de  los 16 a los 21, cuando a un adulto le hubieran puesto una mulla. A  partir de ahí, se empezó a revertir la ideología tutelar. Nuestra  legislación vigente está a contramano. En el Congreso, hay un proyecto  de Emilio García Méndez y otro de Vilma Ibarra. La diputada Diana Conti  nos pidió, en el departamento de Derecho Penal de la Facultad de  Derecho, que estudiáramos la situación y con la abogada Lucila  Larrandart hicimos un anteproyecto que ahora se está estudiando.
PLAYBOY:  Un planteo en la Corte Suprema pidió que liberen a chicos detenidos  ilegalmente en un instituto de menores porteño. ¿Por que la Corte no  autorizó esa medida?
ZAFFARONI: En  diciembre del ario 2008 dijimos "esto es inconstitucional", pero por  razones coyunturales, no lo podíamos declarar inconstitucional.
PLAYBOY: ¿Cuáles son las razones coyunturales para no poder declarar inconstitucional algo que sí consideran inconstitucional? 
ZAFFARONI: Con  los eslogans que habla dando vuelta, el riesgo es que se generara un  gatillo fácil contra los adolescentes. Nosotros hemos tenido epidemias  de gatillo fácil en 1984 y 1985 con la policía recién salida de las  órdenes de (Ramón) Camps. No le puedo dar el argumento a una fuerza que  yo solté 50 para que me maten 100, sobre todo cuando hay eslóganes  políticos que pueden generar ese tipo de riesgos.